Cuando uno se adentra en el mundo de la escritura despierta un monstruo dentro de sí mismo que jamás deja de crecer. Esta frase me la dijo mi padre cuando yo apenas era un niño de cuatro años recién cumplidos. Durante aquella etapa mi padre escribía sus propios cuentos y nos los leía.
Eran historias de aventuras relacionadas mayormente con las leyendas tradicionales de nuestra propia tierra, Asturias. Otras veces nos narraba anécdotas de su juventud, de cómo era la vida en el pueblo, de la época de posguerra o incluso de sus primeros y torpes flirteos en las fiestas de los pueblos.
Sin lugar a dudas, mi padre era lo que se conoce en todo el mundo como el clásico cuentacuentos. Un narrador empedernido y empeñado en hacer del mundo un lugar más abstracto para sus hijos, un lugar en el que la imaginación juega un papel crucial. Sin embargo, uno de sus dichos más célebres rezaba así: “nunca dejes la verdad estropee una bonita historia” y allí es donde comencé a apreciar más la filosofía de mi madre.
Siempre admiraré la verborrea y la imaginación de mi padre, pero mi madre, por el otro lado, es una mujer que siempre ha ido con la verdad por delante. Como suele pasar en algunos casos, me gustaría pensar que yo he absorbido lo mejor de cada uno de mis progenitores. Siempre he pensado que mi madre tenía unas ganas tremendas de promocionar y reivindicar la tradición asturiana, pero nunca se ha animado a hacerlo, así que creo que me toca a mí.
Nunca hay que olvidar de donde provenimos
Para empezar a dar vida a este espacio, quería hablar un poco sobre mis orígenes y todo lo que he absorbido de mis padres conforme me he ido construyendo como persona. Ya he hablado suficiente de mi padre y cómo me influyó a la hora de expresarme, pero mi madre inculcó en mí un tipo de mentalidad distinta. Algo que me empuja hacia la divulgación terrenal, por así decirlo, y a la importancia de nuestras pasiones.
Mi madre salió por primera vez de Asturias a los 45 años y todo lo que dijo al volver fue: “no sé para qué he salido”. Su personalidad siempre fue muy casera, una persona a la que le encanta su tierra y sus costumbres. Considero que mi madre es una mujer parca en palabras, pero lo cierto es que sabe perfectamente cuáles elegir cuando abre la boca.
No obstante, una de las facetas que más admiro y que nunca llegaré a comprender sobre ella, y a su vez sobre mi abuela, es cómo llegaron a convertirse semejantes cocineras. Creo que con el paso del tiempo he comprendido que es gracias al amor que le tienen a Asturias. Pensando en ello seriamente, llegué a la conclusión de que una de sus grandes pasiones como es la gastronomía asturiana debía ser expuesta al mundo exterior de la mejor forma posible.
Con todo esto en cuenta, decidí que debía aplicarle la atmósfera periodística que mi padre suele utilizar en sus discursos para contar historias reales y secretos del mundo asturiano y publicarlos en forma de blog. Algo que caracteriza a nuestra tierra es la cocina local y me gustaría desgranar poco a poco todos sus entresijos, además de hablar de los mejores restaurantes del lugar desde mi punto de vista.